La votación sobre la Iniciativa Legislativa Popular para prohibir las corridas de toros en Catalunya ha reavivado aún más el siempre polémico debate sobre la legitimidad de torturar a un animal en nombre del “arte”. El argumento que más se escucha en nombre de los taurinos es su derecho a la libertad, llegando incluso a comparar la prohibición de las corridas de toros con regímenes dictatoriales o con un odio hacia España. Hay algo que no llegan a comprender los taurinos y es que nos dan igual las banderas y sus vidas privadas.
Me explicaré: estos días han tenido lugar otros actos disfrazados de cultura/tradición/superstición/abuso de poder en que los animales han sido víctimas de la crueldad humana y contra los cuales, al igual que contra las corridas, ha habido rechazo tanto a nivel local como internacional: el Festival de Gadhimai donde más de 25.000 búfalos han sido cruelmente “sacrificados” en Nepal y la ceremonia zulú para demostrar hombría en que un toro es torturado hasta la muerte Sudáfrica.
La peligrosa palabra tradición puede esconder auténticas perversiones en que se permiten atentados contra la dignidad y la integridad del más débil. Los médicos que trabajamos en temas de violencia conocemos los tristes casos de niñas víctimas de la ablación de clítoris y la dificultad que nos supone explicar a las familias el perjuicio de lo que éllos consideran una tradición aceptable. En lo referente al argumento de la libertad individual, me temo que estamos de acuerdo: tenemos derecho a hacer aquéllo que nos plazca...pero no todo vale. A los antitaurinos nos importa bien poco la vida privada de los taurinos y no tenemos ningún interés en privarles de hacer lo que les haga felices (cocinas magdalenas, vestirse de mujer, organizar concursos de golpes de martillo en las partes blandas,etc.), pero nos importa que se cosifique a un animal hasta el extremo de torturarle de una manera que, de tratarse de un perro o un gato, sería delito (Art. 337 del CP) y nos indigna que tan perversa diversión sea subvencionada con dinero público. Y finalmente, no dejo de tener cierta inquietud por el hecho de que alguien sea capaz de aplaudir mientras un animal inocente vomita sangre en medio de un dolor inimaginable...no puedo evitar que me venga a la mente las palabras del Premio Nobel de Literatura, José Saramago: “Si disfrutas viendo sufrir a un animal, no eres un ser humano, eres un monstruo”.
Médico en el Hospital Universitario Mútua de Terrassa y Bióloga especialista en Biología Celular y Genética y Biosanitaria.
Profesora del Máster de Intervención Educativo-terapéutica asistida con animales de la Universidad de Barcelona.
Estudios en Psicología, Criminología, Perfil Criminal y Psicopatía, e Investigación de Homicidios en Serie.
Fundadora del Grupo para el Estudio de la Violencia Hacia Humanos y Animales.
Miembro de la Comisión de Ética y Experimentación Animal de la Generalitat de Catalunya.
Miembro de la Asociación Americana de Criminología, Especialista en crueldad hacia animales.
Miembro de la American Sociological Association, secciones "Animals and Society" y "Crime Law and Deviance"
Miembro de la Sociedad Española de Estudios Criminológicos
Miembro de la Societat Catalana de Psiquiatría i Salut Mental.
Miembro de la Sociedad Americana de Psicología-División de Estudios Humano-Animal
Miembro de la Asociación Internacional para el Estudio de Trastornos de Personalidad.
Miembro de la Academia de Perfil Comportamental.
Miembro de PRODA.
Miembro de AIUDA, Asociación Interuniversitaria para la Defensa Animal.
Toros: ¿Libertad o libertinaje?
ResponderEliminarLa votación sobre la Iniciativa Legislativa Popular para prohibir las corridas de toros en Catalunya ha reavivado aún más el siempre polémico debate sobre la legitimidad de torturar a un animal en nombre del “arte”. El argumento que más se escucha en nombre de los taurinos es su derecho a la libertad, llegando incluso a comparar la prohibición de las corridas de toros con regímenes dictatoriales o con un odio hacia España. Hay algo que no llegan a comprender los taurinos y es que nos dan igual las banderas y sus vidas privadas.
Me explicaré: estos días han tenido lugar otros actos disfrazados de cultura/tradición/superstición/abuso de poder en que los animales han sido víctimas de la crueldad humana y contra los cuales, al igual que contra las corridas, ha habido rechazo tanto a nivel local como internacional: el Festival de Gadhimai donde más de 25.000 búfalos han sido cruelmente “sacrificados” en Nepal y la ceremonia zulú para demostrar hombría en que un toro es torturado hasta la muerte Sudáfrica.
La peligrosa palabra tradición puede esconder auténticas perversiones en que se permiten atentados contra la dignidad y la integridad del más débil. Los médicos que trabajamos en temas de violencia conocemos los tristes casos de niñas víctimas de la ablación de clítoris y la dificultad que nos supone explicar a las familias el perjuicio de lo que éllos consideran una tradición aceptable. En lo referente al argumento de la libertad individual, me temo que estamos de acuerdo: tenemos derecho a hacer aquéllo que nos plazca...pero no todo vale. A los antitaurinos nos importa bien poco la vida privada de los taurinos y no tenemos ningún interés en privarles de hacer lo que les haga felices (cocinas magdalenas, vestirse de mujer, organizar concursos de golpes de martillo en las partes blandas,etc.), pero nos importa que se cosifique a un animal hasta el extremo de torturarle de una manera que, de tratarse de un perro o un gato, sería delito (Art. 337 del CP) y nos indigna que tan perversa diversión sea subvencionada con dinero público. Y finalmente, no dejo de tener cierta inquietud por el hecho de que alguien sea capaz de aplaudir mientras un animal inocente vomita sangre en medio de un dolor inimaginable...no puedo evitar que me venga a la mente las palabras del Premio Nobel de Literatura, José Saramago: “Si disfrutas viendo sufrir a un animal, no eres un ser humano, eres un monstruo”.